viernes, 18 de mayo de 2012

En 1983 produjeron tomates con un gene que les permitía resistir a la anquilostomiasis del tabaco, una plaga muy común, y al virus del mosaico del tabaco, enfermedad que reduce la producción. En las pruebas, el rendimiento aumentó del 20 al 30%.
Después injertaron otro gene que hacía a las plantas resistentes a uno de los herbicidas de Monsanto. Esto significa que las hierbas que crecen alrededor de las plantas pueden eliminarse con dicho herbicida, sin dañar los tomates.
Se han realizado experimentos similares para mejorar características de animales. En 1982, los científicos de la Universidad de Washington y de la Universidad de Pennsylvania injertaron en ratones el gene que produce la hormona del crecimiento en las ratas. El resultado fue una raza llamada "superratón", cuyos individuos crecían mucho más de lo normal. En 1986, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos adaptó la técnica a la cría de ganado. Se produjeron cerdos con la hormona humana del crecimiento, para hacerlos crecer más y con menos grasa. Los cerdos eran grandes y su carne contenía 5% de grasa, en lugar del 25% habitual, pero quedaban cojos por artritis.
Los experimentos futuros tendrán que eliminar esta dificultad, porque sería inmoral ?y hasta cierto punto ilegal? manipular en esta forma una especie y obligarla a vivir en la incomodidad tan sólo para producir más carne.
En el futuro se injertarán en animales de granja genes de características útiles, desde la resistencia a las enfermedades hasta el tamaño de la camada.

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